En Guatemala, a pesar
de no reconocerse su importancia, la agricultura familiar campesina produce el
70% de los alimentos que llegan a la mesa, ocupa al 38% de la PEA (1.9 millones
de personas), 1,299,377 familias rurales dependen de la actividad agropecuaria,
890,000 hectáreas se utilizan en cultivos anuales (maíz, frijol, arroz) y
aproximadamente 5 millones de personas se benefician directamente de esta
actividad, contribuye con un 14% a la conformación del PIB nacional, representa
la inversión más importante a nacional, dinamiza el comercio local, regional e
internacional, y al practicarse de forma sustentable favorece el medio
ambiente.
Sin embargo,
actualmente no existen condiciones favorables para su promoción, porque en los
últimos 20 años se ha desbaratado el marco institucional dirigido a la
agricultura, se han limitado los créditos, disminuido las inversiones públicas
y se consolidó una política asistencialista que mina prácticas sustentables y
soberanas. No se reconoce el papel determinante de la agricultura y prevalecen
imaginarios que menosprecian su valor real.
La agricultura
familiar campesina además se enfrenta a contextos desfavorables. La falta de
acceso y el acaparamiento de la tierra afectan considerablemente la agricultura
familiar campesina en el contexto de expansión de monocultivos (caña de azúcar,
palma africana, hule, teca) que desplazan tierras destinadas a la producción de
alimentos, además del acaparamiento y contaminación del agua.
Ante este escenario,
es fundamental reconocer el papel estratégico de la Agricultura Familiar
Campesina como alternativa a la crisis alimentaria que amenazan al mundo y el
país, mediante la generación de condiciones favorables para su desarrollo, la
inversión en la agricultura por parte del Estado a través del incremento del
presupuesto y mejora en la ejecución del mismo, la creación de programas de
fomento de producción campesina sostenible, dotar de tierras aptas para el
cultivo a más de medio millón de familias campesinas sin tierra, estimular formas
asociativas para mejorar la producción, vincular la producción agrícola con
redes de mercado justo y alternativo, promover la agricultura sustentable, el
acceso a la tierra para las mujeres y jóvenes. Promover la soberanía
alimentaria y abandonar el asistencialismo mediante la distribución
irresponsable de fertilizante químico y bolsas de comida instantánea, volver a
la política de abastecimiento de granos, promover la autosuficiencia
alimentaria y sentar las bases de una agricultura familiar sustentable que
garantice empleo, abastecimiento alimentario y dinamice las economías locales
familiares y comunitarias.